-¡Oh, qué maravillas nos ofrece la técnica
moderna, abuelo!
-¡No hay nada como un plato de fabada
asturiana recién hecho!
-Ja ja ja… ¡Una cosa no quita la otra,
abuelito! Mira mira, ahora mismo estoy chateando…
¡Y yo comiendo! ¿Chatequé?
-Chateando… es decir, comunicándome, a
través del móvil, con una amiga del Perú, con otra de Quebec y con dos de la
Pampa Argentina...
-¿Y ya das abasto, Pablito?
-¡Claro! El otro día estuve hablando con
diez a la vez... y de todas partes del planeta.
-¡Olé! ¿Eso debe ser complicadísimo, no?
¿Y no te haces la picha un lío? ¡Con perdón!
-No, no… ja ja ja… todo controlado. Bueno,
alguna vez sí que he tenido algún problema. El otro día le dije, por error,
"amor mío" a la novia de mi mejor amigo, y el chaval por poco me
rompe la cabeza… virtualmente, claro!
-¿Rotura
de coco virtual? ¡Cojones! Y eso debe doler mucho, ¡virtualmente, claro! Todo
esto me supera, Pablito. Ya me coge demasiado mayor…
-Pues si te cuento en el proyecto que
estamos trabajando en la empresa. Alucinarás fabadas, ja ja ja…
-¿Alucinaquè?
-Que te va a sorprender conocer hasta
dónde puede llegar la comunicación interpersonal... aunque, en este caso, más
bien deberíamos hablar de “comunicación interanimal”... Ja ja ja...
-¿Te
estás quedando conmigo, Pauet?
-¡Caramba, abuelo, qué moderno!
-A uno se le pegan ciertas expresiones… ¡Ya
se sabe, modernizarse o morir! ¿Quieres que hablemos de fútbol? ¡Es que domino
más el tema! Juega bien el Ronaldinho ese del Madrid, ¿no?
-¿Ronaldinho? ¿Madrid? Pero abuelo… ¡si
hace más de diez años que dejo el Barça! ¡Nada de Madrid, por cierto!
-Ya veo que debería arreglarme la tele. Se
estropeó cuando la caída del muro de Berlín. ¡Algún trozo de muro que le dio!
Nunca encuentro el momento. Es que con la pensioncita, tu abuela y yo vamos muy
justitos, ¿Y cómo le va a -como se llamaba- sí, al Kubala?
-¿Quién es ese, abuelo?
-Ya veo que a ti tampoco te va bien la
tele, ¿eh? Ja ja ja… Claro, con tanto móvil, ordenador y demás cacharros ya no sabéis
ni en el mundo en que vivís.
-Ja ja ja... Pues mira, para que veas que
yo ya vivo en el futuro voy a presentarte el nuevo proyecto del que te hablaba.
Por cierto, es alto secreto y no se puede contar a nadie, ¿de acuerdo?
-¡Soy una tumba!
-Es que si la competencia se entera
estamos acabados y se pueden perder muchos puestos de trabajo, entre ellos el
mío… O sea que nada de airear el tema entre tus amigotes del bar para presumir
de nieto. Si quieres alardear de mí explica que fui el inventor de la tostadora
wifi, que esto ya está patentado hace tiempo. Por cierto, ha representado un
gran éxito para nuestra empresa, y para mí. ¿Quién no tiene una en casa?
-¡Yo! Ja ja ja… Me alegro mucho de tu
éxito, Pablito! Y eso que me decías...
-Sí, lo hemos llamado, muy apropiadamente,
GuauApp y tiene una función muy interesante. Pretende trasladar la comunicación
interpersonal inalámbrica al mundo animal con todas sus maravillosas consecuencias.
-¡Pobrecitos animales míos! ¿Por qué les
deseáis tanto mal?
-Ja ja ja... Y te iba a proponer una cosa
que seguro que te encantará. He pensado que tu perrita, Princesa, podría ser la
afortunada elegida para probar los primeros prototipos de este “gadget” que
revolucionará el mundo animal...
-Mira, Pablito... yo comprendo que eres
muy joven y estás muy ilusionado con todo esto de los cachivaches esos que no
sé ni cómo se llaman ni me interesa. Ya sé que es maravilloso pasarse el día
delante de una pantalla tocando teclas como si te fuera la vida en ello. Ya sé
que tienes no sé cuántas amistades en la Pampa, pero de verdad que te pido que
no me toques la ídem, y menos a mi pequeña Princesa que vive la mar de
tranquila y feliz sin tener amigos perros en Quebec, en las Filipinas o en San
Pedro del Pinatar... Ella se conforma con tan poco como que la lleve al parque
a tomar el sol alegremente y a correr libremente detrás de otros perros que,
mira por donde, son aún de carne y hueso. Princesa no necesita morder un hueso
que esté dibujado en una pantalla. ¡Podría coger un trauma mi pequeña!
-Pero abuelo… ¡estamos hablando del
futuro! No podemos dejar nuestras mascotas aisladas de este mundo virtual tan
interesante. Princesa ladrará y será escuchada por todo el mundo en el mismo
preciso momento en que abra la boca. Su voz será más seguida y reconocida que
la de Gandhi o la de la Madre Teresa de Calcuta. ¿Te imaginas si Gandhi hubiera
vivido hoy en día, abuelo?
-¡Estoy anonadado, Pablito! ¿Quieres decir
que tanta pantallita y tanta teclita son buenas para la cabeza? ¡Déjalo,
Pablito! No fuera que algún chucho con malas pulgas virtuales le diera un mordisco,
también virtual claro, a mi dulce Princesa.
* Relato dedicado a todos los que viven (vivimos)
prisioneros de las nuevas tecnologías.
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