"CAMILLE MONET WITH A CHILD" (1875) CLAUDE MONET |
Nos conocimos ante un cuadro del gran pintor
impresionista Monet. A los dos nos gusta el arte y de inmediato iniciamos una
conversación de entendidos que nos atrapó de tal forma que se prolongó durante
horas, mientras desfilábamos distraídamente ante obras mayúsculas del autor
francés. No tardé en advertir que entre nosotros estaba naciendo una fuerte
atracción que iba más allá de la empatía entre personas apasionadas por la
belleza del arte.
Acabamos
el día cenando y hablando de nuestras vidas, tomados por la alegría de haber
vivido una jornada intensa llena de amistad y complicidad. Descubrí, entre
otras cosas muy interesantes para mí, que era soltera y sin ningún tipo de compromiso.
Mi caso no era demasiado diferente, dado que tampoco tenía pareja, aunque mi
corazón todavía no había superado la ruptura sentimental que acababa de sufrir.
Después de diez años de convivencia tranquila y feliz al lado de una mujer que
adoraba casi hasta la idolatría, todo se rompió de forma tan cruel como
increíblemente súbita. Se cansó de mí y me expulsó de su lado. ¡Así de simple! ¿Podía
ser Paula la persona que me ayudara a pasar definitivamente página de un
episodio tan duro? ¿Por qué no?
Con una renovada ilusión por la vida, las
citas con mi amiga especial se fueron intensificando al mismo ritmo que crecía
nuestra admiración i estimación mutua. Una día, sin embargo, paseando
tranquilamente por un parque, frente a una actitud extraña de Paula, descubrí
un detalle de su personalidad que me preocupó profundamente porque podía hacer
tambalear nuestra bonita, pero incipiente aún, relación sentimental.
-¿Qué tienes?
-Miedo. Este parque está lleno de perros,
¿nos vamos? Los perros me despiertan auténtico terror. Es superior a mí. No le
puedo hacer nada.
-¿Tienes terror a los perros? Vaya...
bien... con eso de los miedos se puede hacer algo... quizás necesitarías que un
psicólogo te ayudara a superar este temor irracional.
-Conmigo no hay nada que hacer. ¡Ni mil
psicólogos me arreglan!
La novedad
me trastornó profundamente dado que poseía una perra pastor alemán, de nombre Nieve.
Para mí era innegociable la presencia de aquel animal en mi vida. Por nada del
mundo podía renunciar a su compañía entrañable. La quería con locura. Por otra
parte, la atracción que sentía por Paula era muy profunda. ¿Qué podía hacer? No
quería renunciar de ninguna manera a ninguna de las dos. Las dos eran, ahora
mismo, fundamentales en mi vida. Para colmo de males, tras meses de amistad
maravillosa, Paula me puso contra las cuerdas sacando a relucir un deseo que
podía complicarlo todo.
-No me has enseñado todavía tu casa. Tengo
mucha ilusión de verla. Por el desorden no sufras, los hombres ya se sabe... En
tu casa quizás hace falta una mano femenina. Ya sabes que yo vivo de alquiler y
que mi apartamento es minúsculo. Me preguntaba si querrías que viviéramos
juntos en tu casa, que al parecer es bastante más grande y, por lo que me has
dicho, de propiedad.
-¡Caramba, Paula! ¿Quieres que vayamos a
vivir juntos en mi casa? Mujer... quizás no es el momento…
-¿No ves lo bastante madura nuestra
relación? Yo creía que...
-¡Sí, sin duda! Pero es que...
-Marcelo, me estás preocupando. ¿Hay algo
importante sobre nosotros que no me hayas contado?
-No, no. Todo va bien. Es que la propuesta
me ha sorprendido... Eso es todo, más o menos…
-¿No me quieres, Marcelo?
-¡Sí, mujer! Con locura, pero... es que no
vivo solo. No creo que te guste saber que...
-¡Oh, no! ¡Ya me lo temía! Hay otra
mujer... ¡Como he podido estar tan ciega! Todos los hombres sois iguales...
-No, no es lo que parece. Es que temo que
si te cuento la verdad querrás abandonar nuestra relación, pero creo que
deberías saber...
-Marcelo, dime la verdad. ¿Tienes un
harén? ¿O quizás eres mormón?
-Ja ja ja ¡No! En mi casa no hay nadie más
que sea humano...
-¿Extraterrestre?
-No, no... En mi casa hay un animal...
-¿Gato?
-Frío frío...
-¿Conejo?
-Más frío todavía…
-¿PERRO? ¡Dime que no!
-¡Pues sí!
-Ja ja ja…¡Adiós, Marcelo!
-¿No me dejarás así, Paula? No serás capaz
de tirar por tierra nuestra relación por una perrita inocente…
-¿Es perrita?
-¡Sí! La más maravillosa de las criaturas,
después de ti, por supuesto.
-Bueno, como te he dicho tengo terror a los
perros, pero sí es perra... de perras no he dicho nada... Ja ja ja
-Sí, sí, perra. Ya te digo. ¡Pero que muy
perra!
-Pues nada, preséntamela de inmediato.
Nada del mundo evitará que esté a tu lado. Superaré mi miedo y lo haré por ti.
¡Tú bien vales el esfuerzo, amor mío!
Su
actitud me hizo el hombre más feliz del mundo. Una demostración de amor
fantástica que se coronó en el momento en que Paula y Nieve se conocieron. Un
instante inolvidable, nada fácil para mi amada, pero que se resolvió felizmente
gracias, sobre todo, a la enorme voluntad y generosidad de aquellos dos seres
maravillosos con los que he tenido la suerte de compartir la vida hasta hoy.
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