XOXXIAL
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Marcos acababa de iniciar
la pelea habitual con la plancha, intentando dejar una camisa de viscosa en
condiciones, cuando sonó el timbre del interfono de la casa con un tono que le
pareció incluso agradable.
-¡Qué pesado resulta esto
de planchar la ropa! ¡Estoy harto y aún no he empezado! ¿Quién es?
-Papá, soy Eva.
/
Ante la visita inesperada
de su hija, el semblante de Marcos cambió radicalmente. La quería con locura,
pero, lamentablemente, a raíz de su amistoso divorcio de Jorgina, las ocasiones
en que podía disfrutar de su compañía eran muy escasas. La recibió con un gran
abrazo emocionado y un beso sin fin.
-Vale vale, papá, ¡que me
vas a ahogar!
-Es que te quiero mucho,
hija mía. Te veo tan poquito últimamente que quiero aprovechar al máximo los
ratos que estamos juntos. ¿Por qué no te quedas a comer?
-¿Qué me vas a preparar?
-¿Qué te parece una de
esas extraordinarias pizzas de chocolate y aguacate que te hacía cuando
vivíamos juntos? ¿A que ya te has decidido?
-Sí, claro que me he
decidido... ¡A huir corriendo! ¡Ja ja ja!
-¡Ja ja ja! ¡Qué graciosa que eres, Eva! No hay ninguna
duda de que has salido a tu padre.
-¿Así tú no eres mi
padre? ¡Me lo tienes que presentar! ¡Ja
ja ja!
Marcos se rio
ostensiblemente ante los chistes de su hija. Se la veía feliz y eso para él era
lo más importante. Comieron pizza, sí, pero la margarita de toda la vida con
mucha mozzarella. Entre bocado y bocado charlaron alegre y distendidamente. Padre
e hija siempre habían conectado de una forma especial. Raramente se les había
visto discutir y, generalmente, Eva solía compartir sus pensamientos y
sentimientos con él. En esta ocasión no fue una excepción.
-¿Y el tema amoroso como
lo llevamos, hija mía? Ya sé que sólo tienes diecisiete años...
-¿Cómo que sólo? La
mayoría de mis amigas ya tienen novio. Y yo te puedo contar alguna cosilla muy
interesante al respecto...
-Cuenta, cuenta, hija.
-Pues nada… He conocido a
un chico que es un sol, a través de la red...
-¿Qué red? ¿La
metropolitana?
-¡Ja ja ja! ¡Qué gracioso! Quizá sí que eres mi padre
después de todo… Hablo de la red de Internet y, más concretamente, de la red
social XOXXIAL. Se trata de un lugar donde la gente se conoce, habla, comparte
música, fotos familiares o no... Es fantástico para hacer buenos amigos aunque
hay algún personaje de frenopático, también tenemos que reconocerlo.
-No había oído hablar
nunca de… ¿Cómo has dicho? ¿"social"?
-No, se llama XOXXIAL. Si
quieres te abro una cuenta y puedes hacer amigos, tu que eres un poco
solitario...
-Deja, deja... Ya me los
haré en vivo y en directo. ¡No sirvo para todas estas modernidades! ¿Y ya lo
has visto a este chico tan fantástico?
-¡No! Pero no tardaré en
hacerlo porque hemos quedado para encontrarnos en persona muy pronto. ¡Ya te
contaré! De momento sólo te diré que se llama XS...
-¿XS? Qué nombre más raro...
¡Ja ja ja!
-Son sus iniciales... Le
llamo así en el chat.
-¡Caramba, qué intriga! A
ver si un día me dices el nombre entero.
-Todo llegará, ¡ja ja ja!
La comida y la sobremesa
continuaron por un camino muy placentero para los dos. Para Marcos era todo un
acontecimiento recibir a su hija y la emoción no le abandonó en todo el resto
de día, incluso cuando Eva se fue a la que era ahora su casa, con su madre, el
padrastro y un hermanastro. La ropa quedó sin planchar, como casi siempre, y la
tarde la dedicó a leer novela negra, su pasión literaria, y a rememorar los
buenos momentos vividos con su hija durante ese rato. También le emocionaba
revivir, muy a menudo, los primeros años de Eva en este mundo. Lo transportaban
a la época más feliz de su vida. A menudo se refugiaba en ellos para olvidar
épocas negras posteriores relacionadas con el abuso del alcohol, el auténtico
detonante de todas sus desgracias, entre ellas, de buen seguro, su divorcio de
Jorgina, la madre de Eva.
Hacía poco más de un año que habían
decidido dejarlo, pero aún no había conseguido quitarse su exesposa de la
cabeza. Y es que la amaba profundamente. Era consciente de que difícilmente
nunca la recuperaría, y más pensando que Jorgina había hecho una gran boda con
un reconocido psiquiatra, diez años mayor que ella.
-¿Y cómo te van las cosas
por la casa de los Arnau, hija mía?
Siempre que Marcos
realizaba esta pregunta, la respuesta tardaba en llegar y era invariablemente
la misma.
-¡Va bien papá!
Su padre no insistía
porque sabía que no iba a sacarle ni una sola palabra más sobre el tema, de
ninguna de las maneras. Nunca explicaba nada a propósito de su vida en aquella
familia formada por su padrastro, Adrián y su hermanastro, Nilo, a parte de Jorgina,
la madre, claro. Marcos atribuía ese silencio al disgusto propio de quien ha
sido arrancando de su familia natural e injertado en una de extraña. Algunas
veces los injertos no funcionan. El hombre comprendía perfectamente que ella
hubiera querido que la familia, su familia de verdad, hubiese continuado unida,
pero eso era inviable y también él, como su hija, lloraba las tristes
consecuencias.
Al llegar a su casa Eva se dirigió
directamente a su habitación sin preocuparse de si había alguien más en la
mansión de los Arnau. Jorgina, que estaba hablando en la cocina con la criada
chilena, Zulema, enseguida se percató de la presencia de la chica en la casa y
se fue con paso acelerado a su encuentro. Sabía muy bien que cuando Eva se encerraba
a cal y canto dentro de la habitación se podía pasar horas sin contacto con el
resto de habitantes de su hogar. Llegó a tiempo, antes de que cerrara la
puerta. Entró en el dormitorio dispuesta a hablar seriamente con la joven.
-Escucha Eva. Ya sé que
estás pasando una etapa difícil de tu vida. También sé que mi divorcio de tu
padre te ha afectado de forma clara, pero hay cosas que creo que deberías
intentar mejorar...
-¡Sí, mamá!
-No empieces con el "sí mamá" habitual porque después, cuando me marcho,
se convierte en el habitual "di lo que quieras que yo haré lo que me
dé la gana."
-¡Sí, mamá!
-¡Eres imposible, hija
mía!
-¡Sí, mamá!
-¿Piensas decir algo más,
o es que te has convertido en un loro?
-Sí, mamá, hoy voy a
decir algo más: ¡Déjame en paz! ¡Dejadme en paz todos, comenzando por el
imbécil con que te casaste, siguiendo por el idiota pervertido de su hijastro y
acabando por ti!
-¡Son parte de tu familia
ahora!
-¡Pues antes preferiría
ser pariente del Annibal Leckter que de este par de impresentables!
-Tu comportamiento es
totalmente intolerable hija. Yo me he esforzado al máximo para darte lo mejor.
Adrián te ha acogido como una hija y Nilo se desvive por ti. En esta casa no te
falta de nada...
-¡No me hagas reír! ¡Ja
ja ja! ¡Dice que no me falta de nada! ¿Dónde está la familia en la que nací y
pasé los años más felices de mi vida? ¿Por qué abandonaste a papá cuando más
nos necesitaba? El alcoholismo es una enfermedad y requiere de mucha ayuda. No
que los seres queridos les vuelvan la espalda. Con una enorme fuerza de
voluntad se está recuperando. Simplemente necesitaba una oportunidad y tú no se
la quisiste dar.
-Hija mía, eres muy
injusta conmigo. Le di muchas oportunidades. Yo no podía soportar por más
tiempo su agresividad y falta de respeto hacia mí. La vida junto a tu padre se
convirtió en un infierno. La botella y sus consecuencias presidían
continuamente nuestro matrimonio. No tuve otra opción.
-¡No aguantaste tanto! Con
tu jugada maestra con el doctor te sacaste el problema de encima e hiciste el
negocio del siglo... Y me temo que ya hacía años que jugabas a médicos y a enfermeras
en su consulta... Cuando papá perdió el control con el alcohol viste la ocasión
que esperabas para largarte de casa y no te lo pensaste dos veces.
Jorgina, una mujer altamente impetuosa, no
podía tolerar las palabras de su hija y reaccionó violentamente soltando un
tortazo directo a la mejilla de la joven. Esta recibió indignada la inesperada
agresión de su madre y entre aparatosos llantos de rabia le pidió que se fuera.
Jorgina cumplió los deseos de su hija y poco después un portazo contundente
precedió al ruido inequívoco de la cerradura. Instantes más tarde, Jorgina dejó
la casa y con ella nadie más que Eva permaneció allí, dado que la criada
también la abandonó, una vez finalizado su horario laboral.
En el restaurante, con su amiga más
querida, Jorgina celebraba la habitual cena mensual. Esa noche estuvo más
callada de lo normal. Angelina, lo notó enseguida y no tardó en preguntar el
origen de aquella preocupación que se le veía en los ojos.
-No es nada, Angelina.
Simplemente el trabajo de madre que muchas veces me viene un poco grande. Mi
hija está pasando una época muy difícil con todo esto del divorcio de sus
padres y no acaba de encajar en la nueva familia. Tampoco hay que olvidar que
tiene una edad que de por sí ya es complicada y conflictiva. Estoy desesperada.
¡No sé qué hacer!
-Déjala respirar. No la
presiones o será peor. Que ella sola vaya construyendo su espacio en la nueva
familia. Y si no conecta demasiado con tu marido y su hermanastro es cuestión
de tiempo. Si ellos la tratan con respeto todo se irá encarrilando. Es
absolutamente normal que le cueste este enorme cambio.
-Sí, la palabra clave
debe ser "respeto" seguramente. Lo que no sé es hasta qué punto se la
respeta en nuestra casa. Hay algunas actitudes de su hermanastro que no me
gustan nada. Yo sé que a ella eso la hace sufrir. Tendré que hablar con su padre.
Con el chico todavía no hay suficiente confianza...
Sin tiempo para terminar
la frase, el sonido conocido de su móvil avisándole de la llegada de un nuevo
mensaje hizo que lo tomara entre sus manos y, acto seguido, quedó completamente
aterrorizada ante la lectura de su contenido. Con gran esfuerzo lo enseñó a
Angelina. Ésta cuando lo vio lanzó un grito de auténtico terror que asustó a la
gente que cenaba tranquilamente en el
local. En seguida reaccionó conminando a Jorgina a desplazarse corriendo a su
casa por si podían parar aquella tragedia que estaba en ciernes. El mensaje era
tan corto como contundente. Un simple y a la vez terrible "Mamá he decidido quitarme la vida. ¡No lo puedo soportar más!"
que la dejó sin palabras y con un temblor que no le permitía ni pensar con una
mínima cordura.
Sacando fuerzas de flaqueza se dirigieron
rápidamente hacia la casa donde se masticaba la tragedia familiar. Angelina
tomó el volante del coche, mientras a su lado Jorgina, de forma enfermiza, no
paraba de llamar a su hija al móvil. Por única respuesta sólo recibía la voz
enlatada del contestador automático de la chica. No podía evitar de pensar que en
ese preciso momento su hija podía estar ya muerta. El sentimiento de impotencia
era absolutamente devastador. Los llantos le cegaban; la desesperación le
mortificaba.
Llegaron a la casa de los Arnau en pocos
minutos. La puerta de la habitación estaba abierta e inmediatamente
descubrieron la ya inevitable desgracia: Eva permanecía tumbada, inmóvil, en su
cama. La sangre proveniente de su brazo inerte empapaba el lateral de la cama, goteando
sobre un enorme charco que enrojecía dramáticamente el piso. Un corte en las
venas de su extremidad, provocado presuntamente por un cúter que tenía sujeto
en la otra mano, explicaría, aparentemente, cómo se había producido la muerte
de la malograda muchacha.
Jorgina, en su cualidad de enfermera,
sabía muy bien que la dramática situación de su hija ya no tenía remedio pero, a
pesar de la evidencia, se lanzó sobre el cuerpo de la chica por si, por azar,
había todavía alguna posibilidad de salvarla. Sin embargo, su corazón ya no
latía. La abrazó con todas sus fuerzas. Ella que la había traído al mundo,
ahora contemplaba el bello cuerpo de su hija sin vida y la desesperación que
sentía era incomparable a ningún sentimiento que hubiera tenido nunca antes. La
fuerte impresión le pasó rápida factura y cayó desmayada al suelo. Angelina,
compañera de trabajo en el hospital, reaccionó rápidamente intentando recuperar
aquella mujer caída moral y físicamente. Una tarea a todas luces imposible en
aquellos momentos trágicos para Jorgina.
Poco rato más tarde llegó Adrián del
hospital donde se habían celebrado unas reñidas elecciones a la presidencia.
Justamente él había sido elegido para ostentar tan distinguido cargo. Entró en
la casa pronunciando diversas veces el nombre de Jorgina tomado por la ilusión
de darle a conocer la excelente novedad. No tardó, sin embargo, en perder el
semblante alegre que traía en su cara, la cual pasó rápidamente a convertirse
en espejo del más absoluto desconsuelo. La sorpresa le dejó completamente
descolocado. Con gran esfuerzo se unió a Jorgina en un fuerte abrazo, lleno de
un dolor muy íntimo, sobre todo por parte de una madre que todavía no podía
aceptar lo que sus ojos fielmente le ofrecían. Las lágrimas sin fin de la mujer
pronto contagiaron al padrastro. Un hombre hundido que se preguntaba en voz
alta si todo aquello era una pesadilla de la que les era imposible ver el
final.
Ante el cuerpo sin vida de su hijastra, a
Adrián le preocupaba, sobretodo, un aspecto menos sentimental y sí más
práctico. Con su muerte, Eva le había arruinado un día de alegría y, lo que era
más trágico para él, le había arruinado la portada de los periódicos locales
del día siguiente. Y podía, además, afectar gravemente a la carrera política
brillante que se le auguraba. Tenía una mezcla de indignación, pena e
impotencia completamente indigesta. Quizá por eso se veía incapaz de llamar a
la policía y contar el complicado panorama que tenían delante. Era plenamente
consciente, sin embargo, que debía hacerlo y no podía esperar más.
El reloj señalaba ya altas horas de la
madrugada cuando marcó, con las manos temblorosas como nunca, el número de
emergencias. Mientras lo hacía un nuevo personaje apareció en el escenario del
lamentable hecho. Se trataba de Nilo, el hermanastro de Eva. Venía con una apariencia
muy descuidada y con alguna copa, o alguna otra clase de droga, de más. A
diferencia de Adrián, no parecía ni muy sorprendido ni muy afectado por la
imagen sin vida de la que fue durante más de un año hermanastra suya. Quizás el
estado lamentable en que se encontraba podía explicar su extraña reacción, quisieron
pensar su padre y su madrastra.
-Si me permitís me voy a
dormir.
-Pero hijo mío, ¿cómo
puedes ir a dormir con tu hermana cuerpo presente?
-Yo, papá, me muero de
sueño. Siento muchísimo lo que le ha pasado, pero yo ya no puedo hacer nada por
ella. ¡Que descanse en paz! Me caía bastante bien, aunque yo a ella no
demasiado. Echaré de menos sus malas caras, y alguna hostia contundente, cuando
le metía la mano encima, pero ahora lo que más echo de menos es mi cama y allí
me voy corriendo que tengo un dolor de cabeza terrible. ¡He bebido demasiado!
Os agradecería que no hicieseis ruido, ¡please!
-¡Eres un absoluto
imbécil, hijo mío!
Ante el improperio de su
padre, Nilo giró la cabeza con gesto apático, miró a Adrián de reojo durante
unos segundos y se marchó arrastrando los pies hasta su habitación. Poco
después cerró la puerta con llave, y se soltó sobre la cama como un ruidoso
saco de patatas. Instantes más tarde todos los presentes pudieron oír sus
elocuentes ronquidos. Jorgina dentro de lo poco que era capaz de entender dado
el estado de shock en que se encontraba, interpretó las palabras de su hijastro
como una auténtica ofensa a su persona en unos momentos tan desgraciados. Sin
embargo, quiso pasar página rápidamente, entendiendo que aquel chico no estaba
en plenas facultades mentales. Conocía muy bien que en estados etílicos graves
se pueden decir muchas tonterías y así se lo quiso tomar. De todas formas, Nilo
no había sido nunca santo de su devoción, y a partir de ese momento, aún menos.
No tardaron tampoco en presentarse la
policía y los servicios médicos, a la espera de que llegara el juez y ordenase
el levantamiento del cadáver. Debían investigar la muerte de Eva, a pesar de
que todos los indicios hicieran pensar en un suicidio. Ciertamente fue una
noche muy larga y dura para una familia que sintió enormemente la muerte de
Eva, pero había alguien que aún no conocía la horrenda suerte de su hija:
Marcos. Dentro de la desesperación que sentía Jorgina, pensó varias veces en su
exmarido y cómo se lo comunicaría. Sabía perfectamente que representaría un
descalabro emocional enorme para un hombre que se había esforzado mucho por controlar
su grave adicción al alcohol y lo había logrado, sobre todo pensando en su
hija. Cómo respondería ahora a la desaparición de lo que él más quería en esta
vida. Decidió que, si era capaz de sacar fuerzas de flaqueza, a la mañana
siguiente se lo comunicaría personalmente en su casa.
Al día siguiente, después de haber llorado
toda la noche sin descanso, Jorgina fue hasta la casa de Marcos. La cara de
sorpresa del hombre presidió la llegada de su ex mujer. El padre de Eva
enseguida intuyó que algo no funcionaba bien al ver el semblante derrotado de
la mujer, que apenas era capaz de levantar la mirada del suelo. Sin tapujos,
Jorgina soltó la calamitosa novedad que le traía.
-Marcos, tengo una
noticia terrible: nuestra hija… Nuestra querida hija ha muerto.
-¿Qué dices, mujer?
-La encontramos en su
cama sin vida...
Jorgina apenas podía
vocalizar. Temblaba de emoción y le resultaba casi imposible de pronunciar la
más simple de las palabras.
-Habla Jorgina... Dime
que has perdido la cabeza y que sólo dices locuras. ¡No puede ser!
-No, desgraciadamente no
he perdido la razón. Digo la verdad.
-Pero si ayer mismo estuvo
aquí en casa comiendo conmigo. La chiquilla estaba perfectamente bien. ¿Qué le
ha pasado a mi pobre hija?
-Parece ser que se ha
suicidado…
-¡No puede ser! Es
absolutamente imposible. Eva estaba feliz e ilusionada. Incluso me había
hablado de un chico que le gustaba y al que vería pronto. ¡Oh Dios mío! Dime
que todo esto no está pasando. No puedo creerlo. ¡Mi hija muerta! Lo que más he
amado en la vida no se me puede haber escapado de las manos de esta terrible
manera. Creo que no podré soportarlo. Por favor, déjame solo. ¡Gracias por
venir, Jorgina! Yo sé que estás tan hundida como yo. Después del divorcio, que
representó para mí un auténtico descalabro, esto ya me remata. Yo también me
quiero morir, ¡de verdad!
Jorgina hizo caso de lo que le había rogado
su ex y se fue sin pronunciar ni una sola palabra. Marcos, abatido y pensativo,
se echó sobre el sofá del comedor y permaneció allí horas y horas en absoluto
silencio. Estaba completamente hundido y los recuerdos vividos con su hija iban
pasando por delante de él al ritmo de las lágrimas que bajaban abundantemente
por sus mejillas. Veía escenas solapadas sin orden temporal lógico. Le parecía
contemplar una película de desarrollo intenso, pero de repente llegaba el final
inesperado y terriblemente doloroso. La imagen de su hija fue trágicamente
sustituida por la de una botella. Lo acababa de decidir: necesitaba tomar una
copa. Le parecía tan imprescindible como el aire que respiraba. En la bebida se
refugió cuando murió su idolatrada madre y quedó solo al frente de la casa de
payés en el Alt Urgell. Ahora se producía una situación similar y su reacción
era exactamente la misma. Atrapado por tanto dolor, era incapaz de recordar las
consecuencias nefastas que esta dependencia supuso en su vida.
Entró en el bar como aquel que perdido en
medio del desierto encuentra un oasis y se lanza de cabeza sobre un espejismo.
Indiferente a la gente que charlaba distraídamente aquí y allá se dirigió a la
barra con una sola palabra en la boca: “gin tonic”. El camarero no tardó en
servirle la bebida. Él empleó aún menos tiempo en acercarse el vaso a los
labios, pero cuando iba a dar el primer sorbo se frenó en seco. En una mesa de
al lado, dos hombres, con un periódico cerrado en frente, donde se podía ver la
imagen de Adrián en la portada, hablaban de la enigmática defunción de Eva y de
cómo podía afectar esto a la carrera
política del médico si no quedaba claro cómo había muerto la joven. Marcos dejó
la copa sobre la barra y se fue a la mesa rápidamente. Habló con uno de ellos.
-¿Cree usted que no se
trata de suicidio?
-Yo no lo sé, pero una
chica tan guapa… ¡Es una noticia terrible! Apostaría a que hay algo más.
-Soy su padre, ¿sabe?
-¡Oh, señor, reciba mis
condolencias! Una situación muy dolorosa… ¡Lo siento mucho!
-¿Sabe una cosa? Yo
también dudo que se haya suicidado. Había hablado con ella esa misma mañana y
estaba ilusionada como nunca con la posibilidad de conocer personalmente a un
chico que le gustaba... Y habíamos quedado para ir juntos al cine pronto. No me
puedo creer que me haya, que se haya hecho esta mala jugada ella misma.
-¡Más a mi favor! ¿Quiere
que le diga una cosa que me dice mi intuición de viejo que ya ha visto de todo?
A su hija la han matado, ¡seguro!
Marcos recogió las palabras de aquel
desconocido casi como un dogma de fe y a partir de ese momento se conjuró para
encontrar a quien había quitado la vida a su hija. Dejó el bar sin tocar una
sola gota de alcohol. No podía permitir que las drogas intervinieran en su vida
ante la ardua tarea que le esperaba. Finalmente, había encontrado un motivo
para seguir viviendo después de aquella fortísima sacudida que le había dejado
tan profunda cicatriz. La pena intensa y paralizante se había convertido ahora en
fuerza para hacer justicia a su hija. No tenía nada que perder. Estaba
dispuesto a todo.
FIN
DE LA
MUESTRA
DE
XOXXIAL
EN FORMATO E-BOOK (DIGITAL)
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